La Cata de 2016


UNA SUBASTA AL ESTILO BORGOÑÉS EN PLENO CORAZON DE NAVARRA

 

Antes de que la vendimia comience, la Orden Cisterciense de la Abadía de La Oliva, en Carcastillo (Navarra), hace una pausa en pleno periodo de intensa actividad en la villa y nos propone la subasta de catorce medias barricas de su vino. La Orden del Cister fue fundada en 1098 por Roberto de Molesmes en Borgoña (Francia), donde se introdujo el cultivo de la vid en los monasterios. Tomando como ejemplo los "Hospices de Beaunes", subasta benéfica que tiene lugar en Borgoña, los monjes de la Abadía organizan una puja de los caldos que elaboran en el mismo año. Sin embargo, antes del concurso es primordial catar el producto para decidirse por qué vino pujar.

 

Con este fin, el pasado 5 de junio, tuvo lugar en el Monasterio de La Oliva una cata de los vinos de la última añada 2016, como dirían en Burdeos, "en primeur" (en primicia). Durante este acto, se degustaron cuatro vinos mono varietales, los cuales estaban elaborados con la uva Garnacha tinta proveniente de cuatro de las mejores parcelas. En el momento de la cata, la crianza de estos vinos no estaba aún "acabada", puesto que aún debían ser criados y guardados durante un año más en la bodega de la Abadía hasta conseguir su máxima expresión de calidad. Es la segunda vez que se repite este evento que tiene gran importancia para los monjes puesto que permite que el fruto de su trabajo sea compartido y reconocido por un público externo. El viñedo está compuesto por 31 hectáreas organizadas alrededor del monasterio como se ye en las bodegas más antiguas de Francia, desde los "chateaux" de Burdeos hasta los "clos" de Borgoña.

 

En la zona de Carcastillo, la añada 2016 se caracterizó por una primavera pluviosa seguida por un periodo seco entre junio y agosto con noches frescas que permitían una concentración progresiva de los antocianos. Estas condiciones aseguraron que la uva alcanzara una maduración homogénea y cualitativa que pudimos apreciar en la cata de los vinos seleccionados. Los cuatro provenían de lotes pertenecientes a la Denominación de Origen "Navarra" identificados por la parcela de origen.

 

El primer vino, "Villa Santa Teresa", estaba caracterizado por un atractivo color rubí claro y aromas de frutos rojos donde las notas de grosella predominaban acompañadas por un toque lácteo de la fermentación manoláctica. En boca, había un retroceso olfativo con los aromas afrutados, además de una presencia de taninos poco agresivos y un ligero amargor en final de boca. El resultado era un vino redondo con una finura equilibrada, que después de continuar su paso en barrica conseguirá más cuerpo y esencias que podrían recordar a especias.

 

El color de los siguientes vinos era rubí también pero aún más intenso. El segundo vino, "Viña María Magdalena", tenía un aroma más complejo donde se podía apreciar notas de pimienta recién molida además del aroma afrutado de frambuesa. La combinaci6n de una bella acidez en principio de boca y unos taninos más presentes pero redondos y amables, era el factor perfecto para indicar la buena capacidad de crianza que este vino tenia. Su potencial de guarda era notable al igual que su persistencia en boca.

 

La intensidad de los aromas del tercer vino, "Villa Santa María", era más ligera. No obstante, la segunda nariz permitía concluir en una mezcla admirable de toques de frutos rojos con la madera. En boca, era fresco y suave como la seda, los taninos eran nobles y estaban completamente integrados en el vino. La mejor palabra para describir este vino era elegante.

 

El cuarto vino, "Viña Santa Magdalena", es el que aportaba el carácter a la subasta y es por ello que se cataba en esta posición. Los aromas se podían describir de la misma manera que para el anterior vino, no obstante, en este caso eran más intensos y la madera estaba más presente. Este hecho se podía confirmar en boca donde había una ligera astringencia que provocaba un final seco que se podía caracterizar por "jugoso" y pedía un aperitivo para acompañar. Aunque fuese un vino más duro, era equilibrado y persistente en boca, con un cuerpo y acidez característicos.

 

Al final del evento, un aperitivo fue organizado en los jardines del monasterio donde se podía seguir degustando el vino embotellado de otras añadas. 

Begoña G. Goiricelaya (Enóloga de Burdeos)